juanitorisuelorente -

domingo, 27 de agosto de 2017














Hay mundo a la mano

en los ruidos que arden,

oído enamorado

donde crece tu nombre,

hay versos de leche

y ojos de pan

al vaivén de los hilos,

de los pies sobre el agua,

de tanta y tanta necesidad

de verte. Hay

ser muy posible

en los vientos de piedra,

ciegos en el pensar,

hambres rociadas de besos,

platos que miran su reloj,

para siempre suspirando a la prisa,

y mucho mucho sol

en lo que asciende a la penumbra.

Hay ternuras de testigo

en la paz de los puentes,

palabras en tus pechos,

en los muslos que llueven,

hay te quieros en la mudez,

corazones de puntillas

por la sangre constante

que va sellando cada abrazo de la voz

a olvidos de la luz,

a ruinas de la tierra.



Sí.


sábado, 12 de agosto de 2017

CABEZÓN (SONATINA)

(Imagen de la red)


















Con el alma partida por el ser que le toca,
genio del cuello erguido, la razón en la boca,
¿Es creíble su pena, su supuesto dolor?
Para cada problema tiene firme una excusa,
impoluta su imagen, así nada le acusa,
borrón y cuenta nueva, que prosiga el amor.

Es caballo alazán en sus mundos de arena,
no le importa el instante ni mendiga dar pena,
ascender un peldaño lo asemeja a volar,
sin íntimas preguntas, continuar a su bola,
es el himno presente con la bata de cola,
el placer de vivir es un hito al azar.

Y a la voz de sentir y mirarse al espejo
descubre al ser perdido dentro del niño viejo.
El silencio germina, queda sol por nacer,
a la luz de la piedra funde adentros la llama,
va desvelando al hombre recostado en la grama,
con la mente muy alta, resignado a perder.

Tiene a un rostro cautivo la palabra que abraza,
su sed en libertad a su piel se atenaza.
Tras su flor intangible, los milagros en cruz
poco a poco suceden con el niño en la cumbre
y no hay en su interior un rincón que nos alumbre
este nuevo lenguaje con miradas de luz.

Y no haya sitio el hombre que en su nombre no cabe,
ni asomado a su tiempo si de instantes no sabe.
Y aunque a todo su empeño le ponga voluntad
siempre pugna el altivo por ganar sus razones,
sin querer hace gala de romper corazones,
si es un cabezón hecho de difícil edad.

viernes, 4 de agosto de 2017

NUESTRAS ENTRAÑAS

 (Imagen de la red)
(Imagen de la red)
(Imagen de la red)




















NUESTRAS ENTRAÑAS

(1)
El tiempo camina.
Subebaja
e imita la infancia de una calle
en blanco y negro. Y hace de ella
un flash de identidad, un instante
perdido que exhibe su nombre
con alma dentro. Como un río de orillas
blancas con cuerpos de piedra
que miran lejos: la espalda de luto,
la constante conversación con el guardia civil,
la niña distraída, el perro
que duerme para siempre, el burro,
chuleando al empedrado,
y la iglesia,
al fondo,
firme, indemne,
-ella sí-
hacia lo eterno.


(2)
A las sombras y al agua
las añora un desierto,
y a los viejos
las una de la tarde.
A la primavera de una plaza,
reducida
a un suelo de ceniza,
no le crecerá la hierba.
La tierra tiene coche
y el cielo pasa hambre.
Es lo moderno,
aparcado de por vida
en la memoria,
en otro triste y gran adiós
al hombro/e.


(3)
Aquí bebemos por la tapa.
Comer es, por tanto,
el que bebe. Aquí
todo bar tiene de tapa
su historia, si tiene historia.
Somos así.
Si llena los ojos
alegra el vaso y llena y llena
cuerpos de luna eterna.
De aquellos que fueron
aún ronda el alma
por la carne que despunta
en abundancia. Y a esos, les damos
apreturas, ruido, suciedad,
y los cuerpos muertos como cultura
del abandono (sabemos morirnos).

(4)

Nuestra alma es de barro.

De barro nos moldean
el nombre nuestras raíces.

De barro es la bonanza,
nuestro as de corazones.

Barro que,
si construye y decora
amamanta soplos
de rutilante eternidad,

pero solo es tierra,

si no llueve.